El perejil

Hace más o menos un año, recibí un mensaje de un buen amigo malagueño, advirtiéndome de un escrito que me ponía a caldo a mí y a otros dos profesionales, uno español y el otro italiano.

Supongo que el autor lo debió retirar ya que no hubo manera de verlo. De todos modos no hay que darle la importancia que él le dio a este tipo de cosas. Es lo que tiene Internet, paraíso de cobardes donde se puede lanzar la piedra y esconder la mano. De hecho, últimamente parece ser un deporte nacional.

Ya tomé prestada una cita de Carlos Ruiz Zafón en uno de mis escritos, pero la vuelvo a utilizar al revelarse lo acertado que estaba el autor de «La Sombra del Viento»:

«La envidia es la religión de los mediocres. Los reconforta, responde a las inquietudes que los rodean por dentro y, en último término, les pudre el alma y les permite justificar su mezquindad y su codicia hasta creer que son virtudes y que las puertas del cielo sólo se abrirán para los infelices como ellos, que pasan la vida sin dejar más huella que sus traperos intentos de hacer de menos a los demás y de excluir, y a ser posible destruir, a quienes, por el mero hecho de existir y de ser quienes son, ponen en evidencia su pobreza de espíritu, mente y redaños. Bienaventurado aquel al que ladran los cretinos, porque su alma nunca les pertenecerá.» (Carlos Ruiz Zafón).

La ventaja de ir cumpliendo años, es que lo ves todo con otra perspectiva. Ya no hay prisa. Puedo podar todas las ramas de un ullastre con 15años de cultivo para rediseñarlo de nuevo, sin que esto sea un drama. Lo importante ya no es lo que espero yo de los árboles, sino que sea capaz de sacar el máximo potencial de cada uno de ellos, es decir, qué esperan ellos de mí. No importa el tiempo.

La prisa siempre ha sido el enemigo del bonsái. Prisa por aprender. Prisa por exponer. Prisa por concursar………Prisa por poseer……

La perspectiva de la edad y los años en bonsái puede hacerte ver ciertos trastornos de percepción que muchos amantes del bonsái padecen. Esto me lo recordaba mi buen amigo malagueño. Para algunos su árbol es el mejor del mundo. Influenciados por foros autocomplacientes donde se alaba hasta al más insignificante perejil. O por maestros sin escrúpulos que con tal de vender sus servicios, árboles, o lo que sea menester, engañan a sus alumnos animándoles a seguir en esa línea, a sabiendas de su mediocridad.

Esto suele crear una imagen distorsionada del bonsái, tanto de los propios como ajenos.

Es habitual disponer de carísimos juegos de herramientas Masakuni, Makita, Dremel, etc, sin tener siquiera un solo bonsái. Del mismo modo que en este tipo de personas existe la creencia de que el uso de los mismos productos (macetas, abonos, tierras, etc.) que los árboles galardonados, harán de los suyos obras maestras.

Esto es otra cosa, la de empezar la casa por el tejado. La de los que se marcan como objetivo llegar a ser maestros desde el principio, antes de saber siquiera lo que implica el bonsái.

Por tanto perejiles hay de dos clases; El primero, el que compra en un centro comercial un Mallsai creyendo que lo que ha comprado es lo más bonito del mundo y que con pocos retoques y la ayuda de Internet, llegará a rivalizar con árboles japoneses.

El segundo, el que ya se cree dios y considera que sus trabajos han de sentar cátedra sin ser consciente de su mediocridad.

Hay una anécdota de unos amigos mallorquines y un maestro italiano en una entrega de premios de Mistral que viene como anillo al dedo, pero que ya contaré en otra ocasión.

¿Cuál es el remedio ante estas alteraciones de la percepción? Simplemente, ver árboles realmente buenos (Kokufu, Sakufu, Ginkgo, Alcobendas…..). Analizarlos. Después analizar los nuestros. Nunca de un modo subjetivo, sino elemento a elemento. Hasta que lleguemos a ser conscientes de la realidad.

Nada es más cruel que una fotografía. Fotografiemos nuestros árboles y busquemos sus puntos débiles. Seamos conscientes de ellos para lograr superarlos. Solo esta percepción de la realidad nos hará mejorar día a día.

Perejiles siempre ha habido. Y siempre habrá. Nunca serán perjudiciales para quien los tenga, ya llegará el momento evolutivo en la forma de ver el bonsái en que quedaran atrás, muchas veces sin que su cultivador se de cuenta. Todos hemos tenido. Pero cuanto más rápido nos demos cuenta de qué es un perejil, más pronto pasaremos a la siguiente etapa evolutiva. De este modo evitaremos el derroche y el ridículo de plantarlo en una carísima Kurama de Carles Vives y llevarlo a una exposición.

 

Antoni Payeras