Dicha condecoración es la máxima distinción que Japón otorga a una persona no japonesa, en reconocimiento a las destacadas labores en el fortalecimiento de las relaciones entre España y Japón.

Su Majestad el Emperador del Japón concede
La Orden del Sol Naciente, Rayos de Oro y Plata
al ciudadano español
Don Luis Vallejo García-Mauriño.
Y en testimonio de lo anterior, ha sido sellado
este diploma con el sello del Estado
en el Palacio Imperial.
O R D E N D E L S O L N A C I E N T E R A Y O S D E O R O Y P L A T A
D. Luis Vallejo:
Un viejo estanque
Al zambullirse una rana
Ruido de agua. Basho
Cuando anochece
Se estremecen los pinos
Y no es de frío. Mario Benedetti
Ni en campos,
Ni montañas, nada se agita
Esta nevada mañana. Chiyo-ni
Al despertar de la primavera
Una flor caída regresa volando a su rama
Una mariposa! Moritawe
Hojas de arce rojo
Crujen bajo mis pies
Y no hay árbol. Polo Vallejo
«No sigas las huellas de los antiguos maestros, busca lo que ellos buscaron». Anónimo budista.
Hay infinidad de ejemplos, Klimt, Pollock, Chillida, o el caso de Noguchi que participa de ambos mundos. Mi visita a su casa taller en la isla de Shikoku en 1996, me influyo de manera determinante en el uso de las piedras basado en la tradición, y reinterpretado por El.
Otro ejemplo de este enamoramiento lo vemos en el arquitecto Frank LLoyd Wright, coleccionista de grabados japoneses y de Surinomos. En su obra se percibe la influencia japonesa sin perder su propia identidad, adaptado al lugar y el tiempo en el que se desarrollan sus proyectos.
El Paisajista y Urbanista, Shodo Suzuki, tan copiado y admirado en mi estudio. La asombrosa iglesia de la luz de Tadao Ando en Osaka, que combina forma y materia de la arquitectura moderna, con principios estéticos, espaciales de la cultura japonesa, especialmente en la relación del edificio con su entorno natural.
La relación con el lugar en la cultura japonesa, la importancia del paisaje prestado y la integración de una obra en el todo al que pertenece, es algo que he perseguido en mi trabajo, desde un pequeño jardín hasta el jardín de un hospital en Valladolid, en el que caben todos los campos de castilla,
Quien ha visto
Sin temblar
Un hayedo en un pinar. Antonio Machado
Todas estas personas han impregnado mi trabajo en los jardines y en el arte del bonsái, encontrar la manera de mirar en cada una de mis obras, mirar para poder ver la inspiración, a veces como en uno de mis jardines, quizás de los más integrados en el campo al que pertenecen (Extremadura), la inspiración viene de un maestro albañil, que al preguntarle por unas piedras que queríamos usar en el arroyo de los lirios, se refiere a ellas como jabalunos, porque al ser grisáceas, parece el reflejo de la luna sobre el lomo de los jabalíes, ahora se llama el arroyo de los jabalunos.
Confirma que un jardín o un bonsái pertenecen al lugar donde están y deben ser una expresión poética de los espacios que habitan, Yo al igual que mis jardines pertenezco y agradezco el lugar y la compañía con la que habito, quiero haceros a todos participes de esta condecoración, instituciones, clientes,(algunos también amigos), a mis amigos, a mi equipo, mi familia, mi madre y mis hermanos y en especial a mis hijos: Lucas, Sol, Javier y Daniel , a mi mujer Guaria, a mi Padre mi 1er maestro , y a todos los ausentes.
Hoy no me alegran
Los almendros del huerto
Son tus recuerdos. José Luís Borges
Muchas gracias embajador, y gracias a todos por acompañarme,
Un viejo estanque
Salta una rana ¡zas!
Chapaleteo. Octavio Paz
Luis Vallejo
18 de diciembre de 2008
Entrevista realizada por Blanca Torquemada que a raíz de la concesión de la Orden del Sol Naciente, publicó el periódico ABC el 6 de enero:
«Enseñé a Felipe el arte del bonsái y también le aficioné a las piedras»
El emperador Akihito le ha concedido la Orden del Sol Naciente, distinción que le fue impuesta recientemente en la Embajada de Japón en presencia de su buen amigo y discípulo en el arte del bonsái Felipe González
Un «oriental» autóctono
Madrileño de 54 años, Vallejo ha absorbido el arte del bonsái y del paisajismo con personalidad propia («no hay que tratar de copiar lo que haría un japonés»), y por eso trabaja con especies de nuestro entorno, como su archipremiada sabina que se exhibe en el Museo de Bonsái de Alcobendas
BLANCA TORQUEMADA
-Ha merecido un honorable reconocimiento, gracias a sus árboles…
-Literalmente, se me ha otorgado la Orden del Sol Naciente por «divulgar y difundir la cultura japonesa en el mundo».
-Y por desmontar prejuicios sobre los bonsáis.
-¡Algunos los equiparan con lo que les hacían en los pies a las chinas al vendárselos para que no crecieran! Es la típica ignorancia del que no sabe, porque el cultivo de bonsáis conjuga la naturaleza con el arte. Lo que se modela está vivo, pero tiene mucho que ver con los cánones estéticos de la escultura. Hay árboles trabajados hasta reproducir los trazos caligráficos. De modo que si la escritura trata de explicar la naturaleza, la naturaleza vuelve de nuevo a la escritura y ahí se cierra el círculo. ¡Todo se conecta!
-En tiempos de histeria ecologista, ¿le acusan de tortura?
-Para hablar de bonsáis, hay que conocerlos. Tienen una falta de agresividad en el resultado que lo que hacen es negar este tipo de argumentos. ¡Vamos vestidos con piel de vaca o con tejidos que son resultado de un monocultivo de algodón, y no hay nada más manipulado que eso! Así que no me interesan esas críticas. Además, los bonsáis tienen la cualidad de crear belleza y de emocionar.
-¿Cómo los conoció?
-A través de mi padre, que era un hombre muy curioso, paisajista, que trabajaba sobre todo en esa época en obras públicas. Él fue el que diseñó los criterios de paisajismo y jardinería en las autopistas e introdujo ahí las adelfas. Cuando yo era un crío, compró en Nueva York un libro sobre bonsáis. Me encantó, y pensé: «¡Esto es magia!». En aquellos tiempos tú decías en España «bonsái» y te contestaban «¿bon qué?». Y ahora es una palabra que ya ha recogido el Diccionario de la Real Academia Española…
-Algo habrá tenido que ver en eso la política…
-¡Absolutamente! El «boom» que se produjo por la afición de Felipe González fue indudable. Y positivo. Que un presidente del Gobierno tuviera un «hobby» tan sosegado como éste no transmitía nada negativo, sino todo lo contrario.
-¿Cómo se «enganchó» Felipe?
-En 1985 hizo un viaje a Japón, vio allí el arte del bonsái y sintió esa fascinación. Luego, un par de años después, el primer ministro Nakasone vino de visita a España y le regaló uno. Entonces se puso en contacto conmigo, al buscar quién le podía ayudar a cuidarlo…
El «boom» que se produjo por la afición de Felipe González fue indudable. Y positivo
-¿Se llegó a hacer tan experto como se decía entonces?
-Sí. Aunque después de legar su colección al Real Jardín Botánico está centrado en su actividad con las piedras, afición en la que creo que también he tenido bastante que ver. ¡Los bonsáis los ha dejado porque requieren un cuidado diario e inexorable y él ahora viaja mucho! En la etapa de La Moncloa era otra cosa, porque estaba yo al tanto y además se mantenían como una parte del jardín.
-Así que también le aficionó a las piedras.
-Porque le llevé unas de cuarcita de la sierra de Segovia y las coloqué en La Moncloa, como ornamento de una pérgola. A partir de eso creció su interés.
-Y ahora las talla.
-Tengo unos gemelos que él me hizo,Aunque son en ámbar, que no es una piedra, sino un fósil. Los uso en las ocasiones… ¡Por ejemplo, cuando me pone una medalla el embajador de Japón!
-González le acompañó ese día… ¡Y los de los programas de cotilleo sin enterarse!
-Fue un acto muy discreto y su presencia tuvo doble valor, por cómo le atosigan ahora. Somos amigos y yo sólo puedo hablar bien de él. No me quiero poner cursi, pero le admiro y le quiero mucho.
-¿Le invitaba a la «bodeguiya»?
-Alguna vez. Es en esas ocasiones, fuera de la burbuja, cuando estos personajes son más reales.
ABC BLANCA TORQUEMADA
Bueno, lo dicho…..Enhorabuena!!!!!!